Por Juan A. Madrazo Luna
Gracias a Laia Editora de Argentina y su colección Libros personales se logró asomar al universo de la más reciente poesía
cubana un libro de un gran peso íntimo y emocional en clave afrodescendiente, de la mano de dos grandes poetisas cubanas Andrea García Molina y Dulce María Sotolongo. En Alcatraz no llegan los Gorriones, con
bellas ilustraciones de Reinier Cabrera Marrero, nos asomamos al mundo del dolor humano de aquellos que están privados de libertad.
Las trampas de
la vida dejan marcas en estas mujeres poetisas, al ellas estar también muy
marcadas por la ausencia de sus hijos, privados de la libertad. Ellas dos desde
su trinchera que es la poesía, y desde su sensibilidad afrofeminista, muerden la palabra para versificar la esencia de las
cosas; tal como otra poeta del Atlántico negro nos recuerda la afrobrasileña Conceicao Evaristo.
Tanto peso íntimo
y emocional tiene este libro, que es difícil que más de una lagrima no nos sea
arrancada. Ya este libro no les pertenece ni a Andrea ni a Dulce María, pues aquí
están las historias de vida de muchas mujeres; no solo en Cuba sino también en
otras partes, en particular las afrodescendientes del Sur Global.
De Andrea
Molina uno de sus poemas Policromía, tiene tanta fuerza coral que nos
recuerda que lo difícil no es ser Hombre,
lo difícil es ser Negro; pues nos dice que
"No puedo
ser un negro y equivocarme, si logro estar a salvo de las desobediencias estaré
en riesgo del equivoco ajeno.
No puedo ser
bisnieto de taita Julián
y no ser
desconfiable,
con pigmento
atezado
sentenciando
mi piel"
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Andrea nos
asoma a esos escenarios donde no llegan los sonidos de la libertad, pero también
le dice a su hijo que "no permite aguaceros hasta que no regrese y le
devuelvan su sonrisa llena de romerillos y luces en la cara".
De Dulce María,
uno que me impacto es Traición, el cual nos dice que "Nunca se sabe
si el silencio es un amigo o un centinela que se pega a tu piel para escudriñar
en tu alma, el sitio donde escondes la esperanza".
Tampoco su
poema Libertad se queda detrás:
"La
palabra libertad escapa al palenque de los insumisos.
Los perros
pierden el rastro
de la madre
que más que huir
vuela hacia la
cima del monte”.
Ellas dos,
desde la ternura cimarrona de su pedagogía poética, nos asoman al mundo de la cárcel, la cual existe y es
un hueco en la rabia y la desesperanza. Son historias que pesan demasiado.
Es un libro
escrito no solo desde el dolor humano, sino también desde la trinchera de la piel.
Gracias a las
dos por continuar siendo las fugitivas, como la gran poetisa Georgina Herrera, una de nuestras grandes; gracias a las dos, por
permitirme enamorarme de su poética afrofeminista y afrocimarrona, y ser las dos madre coraje. Dichosas las que lloran, pero no hay mejor música
que el eco de sus palabras, que le da voz a otras mujeres.
Gracias a Librería Ireti, por hermanarnos desde la afroconciencia.
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