Wednesday, May 29, 2024

La voz de Ediel González

Junto al caso feliz de Helen Cairo, otra entrega de la editorial Laila es Ediel González, con La voz de Ekue; que aunque más desigual es sin embargo también promisoria, si no más, por su tema específico. Eso por supuesto hay que aclararlo, porque se trata de una perspectiva y es en eso complejo; por dígase que la falta de unidad dramática de la primera, frente a la rotunda propuesta de este segundo.

Es esa unidad la que salva al libro, ordenándolo alrededor de una intención trascendente; que consigue además con armonía, sin forzar un discurso, puede que por la naturaleza religiosa de ese objeto. En ese sentido, estos poemas de González tendrán el mismo valor formal del misticismo clásico; resuelto en esa forma ya garantizada de la décima, que aquí junta además términos cultistas con gracejo popular.

Como en el caso de Cairo, al libro lo perjudica su pésimo diseño de portada; pero sus ilustraciones interiores son más armónicas, puede que por responder a esa unidad temática del libro. Sin dudas, cumple la doble intención de dar a conocer —en la ingenuidad divulgativa del proyecto— al otro autor; en este caso de Rudolfo Antonio Rensoli más feliz, no sólo por su mayor calidad, sino también por esa relación directa con el tema del libro. Eso es especialmente importante aquí, porque efectivamente ilustra ese misticismo en que se recrea el poeta; de modo que entrambos consiguen como una suerte de tercer objeto, en un libro que fluye a través de sus ilustraciones.

El libro es pues valioso, incluso formalmente, pero más por el movimiento que revela que por lo efectivo; aunque tampoco hay que confundirse, pues este poeta consigue tratar su religiosidad como un objeto suficiente en su poética. Eso no es poco, sino ambiguo en sus alcances, pues no permite esclarecer si su sentido es devocional o reflexivo; lo que es importante, porque es lo que define funcionalmente a la poesía, por su mayor o menor madurez.

No es que la poesía devocional no sea reflexiva, sino que esa no es su prioridad objetiva; resolviéndose en un simbolismo profuso pero no existencial, y en ello más o menos efectivo. Al margen de eso, el libro es disfrutable como todo buen decimario que se respete; y además, tienta un objeto todavía extraño en su preciosismo, como es la mística de los hijos del leopardo. El resultado no puede ser sino para agradecer, como aire fresco que renueva a la literatura cubana desde su marginalidad; pues no hay que olvidarlo, este es el dramatismo que hace especialmente precioso al arte negro, no el negrismo sino la negritud.

No comments:

Post a Comment