Cairo consigue mantener ese equilibrio —precario como la
vida— y empujar su fuerza a la expresión, limpia y plena; su temario lo aborda
todo, su conocimiento le permite hacerlo bien, y su circunstancia garantiza este
vínculo. Así, su sencillez estilística puede ser no una muestra imposible e
hipócrita de humildad, sino un propósito; que partiendo de la eficiencia del
haiku, hace de este una presencia no ocasional sino permanente, como una
referencia.
Lo mejor es que tanta densidad se da en la ligereza del
verso, pendiente de la fuerza de la imagen y nada más; esa es la limpieza en su
poesía, que antes sólo se viera en el ya clasicismo de Georgina Herrera. Bien
que se trata de densidades distintas, pero ambas en la misma ligereza, la de la
vida que se impone fuerte; aunque hay en ella sin embargo otras mieles más que el
crujido de caña en la fuga, una sutileza menos rotunda; una como paz de mujer que
no huye ni siquiera a una libertad, de diosa que toca y reconoce los objetos
del mundo.
Este libro de Helen Cairo tiene también su extraña
circunstancia en contra, esta vez editorial; desde un diseño que diluye su
excepcionalidad, y hasta un prólogo que puede ser excesivo en un poemario, por el
peso. Tanto la autora como los editores con que se involucre deberían aspirar a
más en este sentido, a una mayor consistencia; en definitiva, el gesto ha de
ser completado por el entramado que lo sostiene, para que no se ahogue invisible;
recordando que esas son decisiones de mercado, que afectan la repercusión final
de su producto, no importa si poético.
Es sin embargo una presencia todavía fresca, necesaria para
esclarecer esta madurez del negro en Cuba; que casi nunca es suficientemente
negro, porque lo es desde la insuficiencia del rechazo social, no su propia
consistencia. Cairo habla así de esa madurez que permite la integración final,
porque no se condiciona por la circunstancia; sino que a la inversa, ordena al
mundo en derredor suyo, como su propia determinación.
Este libro es probablemente la mejor decisión del sello
editorial Laila, aunque en una gratuidad desafortunada; que apela en ello al
impacto más inmediato y amplio posible, pero igualmente difícil por la atención
que requiere. Esto es parte sin duda de esa extraña circunstancia cubana, aunque
al menos consigue imponer esta presencia; debe, eso sí, servir de base para
proyectos más amplios, imponiendo la distancia de su valoración en el mercado.
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