Thursday, May 30, 2024

De la discusión acerca del arte negro

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La discusión acerca de la literatura negra en Cuba habría trae la otra cuestión de qué es la literatura negra; contra la aparente obviedad de si es la literatura simplemente escrita por negros, cuestionando entonces su pertinencia. Aquí hay un problema de principio, pues toda literatura sería pertinente por principio, independiente de si negra o no; aunque más allá de la abstracción de los principios, el arte contemporáneo es mayormente prescindible, no pertinente.

Esa sin embargo es otra cuestión, y retrocede ante la de qué es el arte negro, en qué consiste y por qué es importante; y como principio, si el arte es sólo una expresión universal, entonces el arte negro no tendría valor especial; a menos que este valor no sea universal en sí mismo, sino que cumpla una función especial, y en ello le iría la pertinencia. Este es de hecho el dilema del arte, pero no intrínseco suyo, sino sólo desde su apoteosis moderna; llamando la atención sobre los otros problemas que habría provocado esa modernidad, tan propia de Occidente.

En ese sentido, la mejor referencia sería la del norteamericano WEB Du Bois, acerca del problema del arte negro; sobre todo por su importancia para una tradición de pensamiento, que expande esa pertinencia a todo un universo. En tanto específicamente negro, ese universo no tendría un valor de suyo universal sino relativo, como todo lo real; pero estableciendo en esto parámetros y referencias propios, que explican esa pertinencia suya como funcional.

Du Bois es importante, porque es a ese universo negro —comprendiendo a toda la diáspora africana— lo que Hegel a occidente; corrigiendo los excesos de su dialéctica con el famoso Dasein, que nadie encuentra entre ellos. El Heidegger que lo explica es el también norteamericano Cornel West, quien lo organiza en una ontología; de la que extraer entonces una hermenéutica suficiente, en esa elusividad de un realismo moderado.

Este entramado tan complejo sería lo que explique la singularidad del arte negro, corrigiendo el defecto del Occidental; que desde su crisis en el racionalismo moderno, lo hace decaer como entropía para esa cultura que expresa. La pertinencia del arte negro se puede identificar entonces en la misma urgencia del Romanticismo germánico; que derrotado persiste como necesidad, en esa sed por el primitivismo de los Surrealistas, que era de un experiencia trascendental.

El desconocimiento de esto es lo que desplaza la función reflexivo existencial del arte, propia de su naturaleza; en un intelectualismo tan excesivo como la dialéctica en que se inspira, atravesando toda la postmodernidad. La pertinencia del arte negro no es entonces socio política, sino de su pura función estética, como reflexiva; al proveer una reflexión sobre las determinaciones trascendentes de lo real, con su representación formal.

De ahí que esta pertinencia resida en la inconvencionalidad del negro en Occidente, como experiencia existencial; que resuelta en Dasein, no se diluye en las pretensiones con que el humanismo liberal pierde su consistencia política. Otra cosa es ese elitismo intelectual, que ha dado al traste con toda la cultura, no sólo la occidental; en esa arrogancia con que esta distorsiona el tejido espacio temporal que es la cultura en sí, con su determinación política.

Es por eso que el arte postmoderno resulta prescindible hasta como principio, en ese intelectualismo grosero; que presupone en su conceptismo que algunas personas son tan inteligentes que saben lo que otras no, y deben guiarlos. El mismo Du Bois —el dios— que creía en ese elitismo especial, detuvo en seco sus caballos ante esta Troya; reconociendo que más allá del discurso, el arte negro poseía una versad esencial, pero sólo en tanto negro.

Esta pertinencia no es entonces una deuda cultural con las personas negras sino lo que estas pueden hacer por sí mismas; en un aporte propio a esa cultura de la que participan, siquiera como el extrañamiento que la contradice en sus principios. Desgraciadamente no manera simple de explicarlo, porque la vida y la realidad no son simples sino muy complejas; fue precisamente el exceso del racionalismo moderno el que distorsionó esta comprensión, simplificándola.

 

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