W. E. B. Du Bois es una de las figuras más complejas de los Estados Unidos,
y una de sus más finas inteligencias; parte de esa complejidad proviene de su relación
con el socialismo, por su interés particular. En realidad, ese interés es
comprensible en el autor, como una estrategia política definida por la
beligerancia; con que cual buscaba presionar en el complejísimo panorama
político norteamericano, en el que pujaba por el estrato más desfavorecido.
Primero, vale la pena conocer una figura tan llamativa, cuyo trabajo sólo
sería emulado en Cuba por el de Fernando Ortiz; en un ejemplo bastante forzado
incluso, pues el trabajo de Du Bois era una comprensión de primera mano sobre
un problema real, no una abstracción antropológica. Du Bois era negro, y por
tanto tenía una comprensión más efectiva del problema que la que pudo tener
Ortiz; quien con todo y su enorme esfuerzo, e incluso su propia progresión en
ese sentido, era sobre todo un hombre blanco de clase acomodada.
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La comparación no deja de ser forzada por otras razones, como la diferencia
entre las culturas negras de Cuba y Estados Unidos; donde la política de
segregación de este último, terminaría provocando la formación de un perfil
cultural muy específico en su población negra. En Cuba, por el contrario, el
carácter integracionista de su cultura, aunque también racista, impedirá una formación
tan soberbia como esa; que se conoce por el esplendor del llamado Renacimiento
negro, del Harlem de 1920; pero comenzó con la temprana segregación de esta élite
intelectual entre su baja burguesía, con una muy sólida formación[1].
En ese espectro, el socialismo que conoció Du Bois era una propuesta
políticamente creíble, de legítima beligerancia; que aún tenía que probar, por
medio de la experiencia histórica, su naturaleza como contradicción propia del
capitalismo. En ese sentido aún, Du Bois era un sociólogo, no un filósofo que
pudiera detectar las mil falencias de esa teoría política; y si bien llegaría a
manejar la evidencia del problema que significaba la burocracia, esta no
llegaba aún a los niveles en que se establece como una falsa burguesía.
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La militancia socialista de Du Bois fue de todas formas complicada, marcada
por la defección y su propia individualidad; como cuando en 1912 apoyó al
candidato demócrata Woodrow Wilson, siendo obligado a renunciar al partido en
1913. Incluso sus simpatías parecen haber sido de principio y oposición
práctica, dado que no muestra filiaciones directas con Carlos Marx o Vladimir
Lenin; de los que sin dudas tenía referencias sólidas, dado su propio viaje por
la Unión Soviética de 1926, en que notó la pobreza y desorganización.
La primera mitad del siglo XX es el momento de actividad política de Du
Bois, y ese es el marco de sus relaciones con el socialismo; marcadas por la
operatividad organizativa de la NACAP y su periódico “Crisis”, que lo llevarían
incluso a colaborar con el partido Demócrata, el de la segregación. Incluso
como universo epistemológico con referencias existenciales, sería él quien las
provea para la posteridad con su experiencia; como la tremenda sistematización
ontológica de Cornel West, que aprovecha del trabajo de Du Bois como esa
referencia, que obviamente no poseía él mismo.
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Tendría que ocurrir el desplome socialista, y la virulencia del fracaso
cubano, para que se vean las falencias del socialismo; dadas incluso más por su
carencia de intereses prácticos, que por esa inconsistencia de sus principios
políticos. En efecto, el socialismo termina siendo la mayor de las
contradicciones inevitables del capitalismo moderno; y por eso sus falencias
son las del capitalismo corporativo, en la realización autoritaria con que crea
su falsa burguesía de administradores.
Nada de eso fue real hasta el tercer cuarto del siglo XX, cuando se
evidenció el carácter fatal de la dialéctica histórica; en que la lucha de
clases no desemboca nunca en el paraíso obrero, sino que se estanca en la
llamada dictadura del proletariado. Hasta entonces, el socialismo se apropiaría
de la ontología trascendentalista del cristianismo, incluso en su elaboración
más dogmática; que sólo en ese momento evidenciaría la pobreza reflexiva de sus
reducciones ideológicas, también tomadas del revivalismo cristiano que emula.
Curiosamente, en las elaboraciones posteriores de West sobre esa
experiencia de Du Bois, resaltaría la gran paradoja; de que sea directamente el
trascendentalismo cristiano el que aporte la mejor sistematización existencial,
justo en la reorganización de la cultura negra. La diferencia, sutil pero capital,
radicaría en esa apropiación de la doctrina original por la experiencia existencial
del negro; no en su elaboración ideológica —de carácter intelectual— por la
tradición idealista, que es lo que distingue al marxismo.
Nada de eso debe ser importante, sino la tremenda densidad de ese trabajo,
que Du Bois aporta como ofrenda; en uno de los tratados de sociología más
importantes del universo americano, dado precisamente por la modestia de sus
pretensiones teoréticas. En efecto, puede que precisamente por la precariedad
política, si algo distingue al pensamiento negro norteamericano es el
pragmatismo; que si bien con referentes en la nueva intelectualidad del
continente, en ellos se reforzaría por su propia precariedad.
[1] . Serían
los miembros de la Iglesia Congregacional en Great Barrington, Massachusetts,
quienes pagaran los estudios de College du Bois.
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