Wednesday, June 24, 2020

A Alfredo Triff, sobre el racismo en Don Fernando Ortiz


La crítica de Alfredo Triff de la antropología de Ortiz y su peso en el racismo cubano requeriría ciertas matizaciones; comenzando por la base ontológica del problema, que sería reductiva desde su postulación. El postulado es reductivo al plantearse al esclavo en función de su predicamento y no de su misma humanidad; y como consecuencia de ello, va a ser distorsionada en la comprensión que propone del mismo como sujeto existencial y político.

Cualquier comprensión sobre el Ente es del Ser en sí primero, como inmanente en su existencia misma; y sólo a partir de ahí se le observa en sus determinaciones, tanto previas como posteriores. El análisis ontológico es de la estructuralidad misma del Ser, y sólo después incorpora su condición como predicado. A partir de ahí, la comprensión de Ortiz sobre el negro es objetual, partiendo de este predicado en función de sujeto; pero por lo mismo esa comprensión no es suya, propia del Ente sobre sí, que es lo que le permite evaluar su situación como injusta.

A su vez, esa comprensión de Ortiz trata de la capacidad del negro (ese negro) para integrarse efectivamente esa estructura ya dada; es decir, una cultura que se observa a sí misma como ya completa antes de esta incorporación del negro, que por tanto siempre le va a ser extraña. Quizás lo que dificulte esta matización del racismo funcional de Ortiz, sea la división de la realidad como dos realidades superpuestas; en el sentido de que plantea dos Cubas, una blanca y otra negra, que se superponen en esta subordinación de una por la otra.

Aquí se parte de un vicio racional, que ya distorsiona todo el planteamiento con la incomprensión de su sujeto; pues la realidad a la que se refiere no es a la realidad en sí sino en cuanto humana, que es la cultura como naturaleza artificial en que se realiza lo humano; y que ocurre en la forma concreta de una estructura social. En ese sentido no hay nunca dos realidades, sino una misma extensión de lo real, estructurado en las relaciones funcionales de sus subestructuras; estas son los diversos estamentos, que sin embargo nunca van a tener consistencia suficiente para existir por su mismos.

Ver en Kindle
La cultura cubana es criolla, mestiza y sincrética,  careciendo además del fenómeno segregacionista norteamericano; que es una referencia omnipresente pero no una realidad, e incluso rechazado en esa función referencial; casos concretos y de valor histórico lo demuestran, como la efímeras fundación de un capítulo del Ku Klux Klan en la soberbia Villa Clara. Es por eso que la sociedad cubana tiende a la integración natural, difícil y progresiva pero incluso fatal en su inmediatez; más difícil cuando las partes a completarse son retenidas en el resentimiento político, como una exigencia de legitimación política.

Está claro que la mera existencia del resentimiento ya lo legitima, pues existe en la percepción de una injusticia; que en este caso es además real, como un hecho de suyo irreparable, porque para siempre existe en el pasado que nos determina. Sin embargo, la determinación de ese pasado no es fatal, porque para influir en la realidad debe ser reflexionado; donde se le puede reducir al valor referencial, con que pierde ese sentido de fatalidad terrible.


Ver en Kindle
Para eso no obstante hace falta madurez política y suficiencia existencial, que nos permite encontrar sentido en el presente mismo; de modo que no vivamos con esa fatalidad que nos condena al complejo por una actuación de servidumbre y debilidad. Ni siquiera en el presente esas condiciones deberían acomplejarnos, a menos que nos estemos dejando manipular por intereses políticos; que alimentándonos el resentimiento en su legitimidad y la envidia nos siguen usando como carne de cañón.

Todo eso será legítimo pero inútil, pues sólo alimenta esa fatalidad del maniqueísmo como dialéctica de lo real; en vez del uso de esa misma experiencia en su valor existencial, para detener la contradicción en su carácter falaz y artificial. Aquí entonces, la discusión sobre el racismo de Ortiz es redundante, porque el mismo es inevitable; los mismos ejemplos, con citas que demuestran su lombrosianismo, recuerdan el de Villaverde en la Cecilia Valdés que hemos aceptado como patrón cultural; pero además porque son recurrentes en su valor epistemológico, para una cultura que se expresa en el simbolismo modernista, con todo y sus pretensiones cientificistas naturales.

Ver en Kindle
Lo que se echa de menos ahí es el cuerpo antropológico creado por los mismos negros en su propio desarrollo; como la emergencia que modificaría el peso natural de ese racismo de Ortiz, antes que la inutilidad de su crítica. Esa ausencia no es achacable a Ortiz, por más racista que fuera, y es entonces la responsable de ese peso suyo; y eso sí es una pena, teniendo en cuenta precedentes como el del citado Urrutia, que pudo sostener un trabajo consistente posterior.

No hay dudas de que el acercamiento de Triff a Ortiz es oportuno, y no sólo como actualización de un problema todavía vigente; también como recordatorio de una necesidad concreta a satisfacer, y que no desaparecerá con reclamos políticos. Lo que se necesita es obviamente una antropología suficiente, como la que se puede hacer en estos días; y que nadie mejor que el ofendido para proveerla, en tanto de lo que se trata es de su propia necesidad.



No comments:

Post a Comment