El problema con los discursos
reivindicativos, es que no hacen ponderación histórica sino que manipulan los
conflictos; con lo que introducen una distorsión que agravaría dicho conflicto más
aún, al subordinar su solución a intereses distintos del mismo. En este
sentido, la academia moderna —que se define por su postmodernidad— es como la
escolástica medieval; funciona como el convenio por el que los conflictos no se
resuelven sino que se alargan ad
infinitum, justificando un estilo de vida basado en el conflicto. Eso lo
probaría el problema [medieval] de los universales, que no se resolvió nunca,
como tampoco la universalidad de los problemas actuales que padecemos; no
importa —o sí importa— los subsidios que traga con un hambre insaciable, y que
debería señalar con la sospecha toda propuesta de este tipo. No deja de ser
curioso que la literatura no tenga crédito como método reflexivo, cuando podría
ser la única que consiga una comprensión efectiva de los problemas; no por el
jueguito moral de las metáforas, que no dejan de ser racionalizaciones burdas,
sino por el alcance efectivamente analógico de sus figuras.
Después de todo, el
antropomorfismo es el modo natural de reflexión del ser humano, codificado en
los catauros mitológicos; convirtiendo a las tradiciones en la gran referencia
existencial por la que los individuos pueden desenvolverse, incluso si la misma
experiencia existencial los lleva a su modificación paulatina en el desarrollo.
Es en este sentido que los cubanos pueden agradecer una tradición como la del
asombroso cine nigeriano, en una industria conocida por el cómico nombre de
Nollywood; que obviamente recuerda más por su etnicismo al Bolliwood de la
India que al canon de la industria en su comercialismo, y que es el Holliwood
norteamericano. Nollywood, en todo caso, es un cine bastante precario, y tanto
que más bien recuerda al teatro popular; en lo que sería una tradición sin conflicto,
porque se entroncaría con la del griot, tan básica a las culturas primitivas. Eso sí, desde las historias —que
recuerdan el trabajo de Pasolini— al lenguaje, el vestuario extemporáneo y las
coreografías; todo dejará un regusto de raíz propia en los labios negros de
quienes no tendrán que apropiarse más del mito blanco de Abisinia, porque
tienen su estética propia y suficiente.
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Habrá que reconocer, pese a todo
reivindicacionismo falaz, que sí se trata de una cultura primitiva; pero justo
por lo que tiene de potencial para la revitalización de Occidente, al poder
aportarle una renovación en sus funciones reflexivas. Nolliwood, de nuevo en
todo caso, sería muy especial a la cultura cubana, por recordarle el origen de
su lado africano; con lo que puede revivir esas facultades hoy aletargadas en
un occidentalismo tan decadentista como la decadencia que idolatra. Más
importante aún, Nollywood renueva con su lenguaje pobre la riqueza de una literatura
que era de suyo oral y que en ello depende de su teatralidad; pero con lo que
recuerda a los negros que ellos no son como la liana, sino como el árbol al que
tozudamente se aferran las lianas de los blancos; que los desplazan en la atención
de sus propias prioridades subordinándolas a las de ellos, en la promesa falaz
de un academicismo pensado para no soloucionar nada.
Las raíces de la liana no se alimentan de la tierra, pero
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