Desde el último
cuarto del siglo pasado —más o menos— un viejo problema aflora en el debate
racial norteamericano; lo que no es extraño, si en tanto apoteosis misma de la
Modernidad, Norteamérica es el crisol donde confluyen todas las contradicciones culturales
del mundo moderno. La discusión en cuestión
se centra en la supuesta deuda de Occidente con Africa, sobre cuyas espaldas
costruyó su vibrante modernidad; y más exactamente aún, sobre la pertinencia de
una reparación económica, que
reivindicaría moralmente a
una raza a la que no ha sido capaz de integrar, a pesar de la violencia con que
la incorporara. El tema de esta reparación
es importante, por cuanto establecería
al tráfico de esclavos como
un genocidio; usando el exterminio sistemático
de judíos por el nacismo alemán como precedente legal, que
redundaría en una vigilancia
mayor de las prácticas segregacionistas.
El conflicto es comprensible en el contexto norteamericano,
por su práctica cultural
basada en la legislación
minuciosa y la sistematización
académica; pero también, y puede que más aún, por la virulencia de su
segregacionismo, que impide la formación
de procesos de síntesis sincrética; con fuerte presencia además en el conciente colectivo, visto
que su estructura legal sólo se desmontaría
—y muy traumáticamente— a
mediados del mismo siglo XX. Obviamente por el mismo motivo, el debate es más
bien extraño al resto de la America y el Caribe; cuya política incluso cultural más bien
propicia estos procesos de sintetización
sincrética, bien que con las
mismas prácticas de
sometimiento político y económico.
Ante todo lo anterior, y no obstante la probidad de su referencia histórica, bastaría no obstante el matiz político para sumir todo el conflicto
en la sospecha; ya que en tanto politico, es entonces y hasta por principio una
tergiversación del trauma original, que con esta distorsión terminará por
deslegitimarse.
La distorsión, por otra parte, es inevitable, dado que la
Academia, como la Escolástica, plantea sólo un convenio para la estabilización
del conflicto; y en definitiva, habría sido el extremo segregacionismo
norteamericano el que permitiera la formación de una academia negra, no
integrada sino paralela a su realidad socio cultural. Aún así, solo al
interior de esas burbujas económicas y políticas que son las academias, puede
entenderse una distorsión de este calibre; no sólo espeluznante por lo
sistemática, sino también por sus pretensions de chantaje sobre el resto de la
sociedad, incluso si esa sociedad es culpable del mismo segregacionismo que
origina el conflicto. La distorsión es simple, y consiste en culpar a Occidente
del comercio de esclavos, cuando este se originaría como un negocio de
piratería costera …africano; que, como ya se ha dicho, solo habría sido
intervenido y capitalizado por los europeos cuando la demenda superó a la
oferta, como aún pasa con cualquier otro negocio. De hecho, entonces, la trata
de esclavos es otro eslabón en la transición natural a la economía industrial
del capitalismo moderno; y en este caso específico, habría sido el aporte de
Africa, incluso de valor tecnológico, y de bastante buen grado por cierto.
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Partiendo de eso, el reclamo de los negros sobre la
reparación económica no sólo carece de mérito sino que es también
contraproducente; careciendo de mérito ya desde que se compara con la shoa
judía, cuando no hubo una intención de exterminio como sí la hubo en el caso
del nazi-fascismo. Además es contraproducente, al afectar aún más a una
socieddad ya crispada por la propia crisis del capitalismo; que aunque afecta
especialmente a los negros, dada su marginalidad política, también afecta al
espectro general de la sociedad, que padece la misma exclusión grosera por las
élites económicas. En realidad, y dada la tradición norteamericana, es hasta
probable que un pleito de esa clase sea ganado; estableciendo fondos económicos
que viabilicen una mayor integración racial, al facilitar la promoción entre
las clases sociales para los individuos negros, en una suerte de realimentación
de las políticas de discriminación positiva. No obstante, el dinero sería
sucio desde el origen, y por tanto fuente de deslegitimación, para una raza que
ya cuenta con la desventaja en su posicionamiento politico; que es por lo que
se plantea que además sería contraproducente, al contribuir sólo a la
estabilización del problema mismo antes que a su solución definitiva.
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