Uno de los graves
problemas con confrontan los negros para superar el racismo, quizás sea el de
la honestidad con que se enfrenta el problema mismo; esto es, la incapacidad
para establecer la naturaleza real del mismo, y por ende elaborar formas
eficientes de superarlo. Primero, la más grave dificultad residiría en esa
naturaleza teórica que adquieren todos los problemas en el entorno de la
postmodernidad; puede que por el valor añadido de la educación que hoy satura
la red política de la sociedad, distorsionando las relaciones en que esta se
estructura. Producto de eso, toda confrontación entra en un debate interminable
y subjetivo que no suele conducir a parte alguna; pero aún detrás de esta
dificultad, ya grave de por sí, quedarían los otros problemas de las
distorsiones de la historia, a partir de su lectura ideológica.
Eso se refiere a los
problemas morales aportados por el Humanismo moderno, que no permite la apreciación
de la esclavitud como lo que realmente fue; un sistema de producción no
exclusivo —ni mucho menos— de los blancos, que sólo recapitalizaron un negocio africano
cuando la demanda sobrepasó a la oferta inicial. Incluso, la condena moral
hacia el tráfico de esclavos africanos es parte de una leyenda negra creada y
alimentada por el entonces creciente industrialismo; que precisaba pasar a los
mismos esclavos los costos y responsabilidad por su manutención, por medio de
los bajos salarios, como parte de su refinación de las relaciones comerciales.
La asunción de este discurso moral por los negros en su lucha por la
reivindicación política los hace entonces inconsistentes en su discurso; al
punto de que para ignorar el origen africano del negocio de la trata entre
Europa y América hay que ser abiertamente deshonesto, lo que se arregla con las
debidas dosis de emotividad y suprematismo… moral.
Eso se junta a otros
problemas tangenciales, como la persistencia de cánones relativos propios del
Occidente cristiano; haciendo que incluso los negros se sometan de buen grado
con motivos artificiales, como la referencia constante a las culturas etíope,
abisinia y yoruba; tanto para referirse a la belleza como a la sofisticación
política, normalmente imperial de hecho, y filosófica en general. El hecho de
que todos estos problemas, tanto en conjunto como individualmente sean
insolubles, quizás indicaría que la solución no pasa por los mismos; es decir,
quizás pase por asumir la actualidad en su propia complejidad y tratar de
solucionarla desde sus propios parámetros, de modo que la reivindicación del
negro tampoco pase por el revanchismo. Después de todo, y sabiendo que el
ejercicio del poder y las mayorías son relativos, es bastante común reconocer
entre los negros el mismo comportamiento que critican; siendo más crítica su
propia relación con las minorías absolutas, como en el caso de las mujeres
negras lesbianas, por poner sólo un ejemplo.
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