Un título como Arqueología intelectual en los contextos y los contenidos de un marxismo negro, es interesante;
supone la búsqueda de un pensamiento, que partiendo de los negros marxista aporte
luces sobre sus aportes concretos. Pero desde los primeros párrafos, el texto recuerda
que el Marxismo no admite pensamiento filosófico sino histórico; se trata
entonces de un recuento más o menos pormenorizado de la participación negra en
el activismo político cubano, a través de la prensa, discursos y actas de
organizaciones.
No deja de ser interesante, pues sin dudas
muestra el amplio panorama político del que participaban los negros cubanos;
que es el mismo espectro del que participaban los blancos, porque de lo que se
trata es sólo de destacar esa participación. Es una pena, pues con eso también
muestra la disolución del objeto que pretende destacar; que subordinando sus
propios problemas a los de la realidad política, quedan así pospuestos para
siempre.
Como mérito indiscutible, aunque
difícilmente de valor racial, está el distanciamiento del estalinismo; que en
favor de una contracción al leninismo original, no llega nunca a la función
ontológica de la economía, y persiste en los valores ideológicos. Después de
todo, el Marxismo en sí mismo no hace sino reproducir los vicios
institucionales del cristianismo en que se inspira; aunque reduciendo la
riqueza filosófica en que este fundara a Occidente, en una mera pastoral de los
negros, con todo y su vida de los santos.
Ese es un defecto del Marxismo, encerrado como
doctrina, que lo único que exige es fe en su difuso milenarismo; ocupado sólo
en novenarios y actividades parroquiales que aviven la fe, contra esa
perversión de los ídolos imperiales. También debe recordarse que se trata de
una escolástica, como aquella naturaleza científica que anquilosó a un
pensamiento original; pero cuya culpa recae en su misma dupla apostólica de Marx
y Engels, por haber dado espacio a esa piedad del diecinueve.
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