La figura de Martín Morúa Delgado ha sido maltratada por mucho tiempo, como
la de un traidor a la causa de los negros; con lo que de hecho se ha privado a
los negros cubanos de un referente propio a la construcción de la identidad
nacional y su estructura política. La base de ese rechazo es la enmienda Morúa,
que prohibía los partidos políticos en base a la raza, provocando la revuelta
de Evaristo Estenoz; una confrontación que terminaría con la Guerra de 1912,
como el momento en que los negros perdieron la preeminencia ganada durante las
guerras de independencia.
Morúa sería el primer eslabón dentro de la estructura política cubana, y su
eliminación figura el destino de su raza; porque es en ese momento en que los
negros quedan al margen de esa estructura, a la que entonces sólo se pueden subordinar.
Antes que él, figuras como los Maceo y Quintín Banderas habían contribuido a la
base de la cultura nacional; no a la estructura política de un país aún no
constituido, sino sólo a esa base trascendente suya que la determina.
Incluso ese ascendiente de Banderas y los Maceos es controvertido, y no
sólo por la violencia excesiva del primero; también y probablemente más grave,
por la contradicción sistemática del segundo (Antonio) con la figura de Martí. El
establecimiento de la república era así doblemente difícil, juntando a este
precedente el del protectorado norteamericano; y esa dificultad la pudo
sobrepasar Morúa Delgado, transitando la fina cuerda de las tensiones
políticas, al llegar a la presidencia del senado.
Su némesis, Estenoz, tenía como él la experiencia segregacionista
norteamericana, pero había llegado a otras conclusiones; eso es lo normal en la
arena política, donde los individuos representan otros intereses pero sólo
embutidos en los suyos propios. Estenoz provenía del idealismo modernista en
que se sustentan los discursos patrióticos, Delgado del pragmatismo político;
se ve en sus respectivas carreras, que en el caso de Morúa se amplió del
periodismo a la literatura.
Eso quiere decir que Morúa accedía a esa capacidad reflexiva
especial de la
estética, que no es ideológica; porque funciona como un realismo virtual, en
contraste con el idealismo de los grandes discursos políticos, como el de
Estenoz. Ambos son hombres de su tiempo, y aportaron la fuerza con la que se
construiría la nacionalidad en la confrontación; el problema de Estenoz es que
pretende reproducir el diagrama segregacionista norteamericano, en una cultura
que era integracional.
Es así que el discurso de la negritud se funda en la negación del
patriarca, con la adoración del héroe; pero en un discurso escrito por la misma
estructura liberal que acude a la sublimación moral, que no es estética. La
inflamación moral que informa a Estenoz es contraproducente, no importa si
legítima, porque carece de la fuerza que necesita; que no es la de la
legitimidad moral sino la del ascendiente político, porque el problema era
político y no cultural.
Desde entonces, el problema ya no es político sino cultural, haciéndose así
intrínseco a lo cubano como parte suya; cuando la misma reflexión existencial
de Morúa le daba curso, al resolverse en su literatura como un realismo
virtual. No se trata de descansar el cuerpo, cambiando el peso de un pie al
otro, y culpar a Estenoz de la contradicción del tiempo; pero sí de reponer la
perspectiva, escapando a las reducciones binarias que distorsionan toda
historia desde esa modernidad francesa de Franz Fanon y su idealismo sublime.
Eso es lo explica el fervor de Walterio Carbonell, que proviene
precisamente de la escuela revolucionaria; pero también esa textura académica e
intelectual del tratamiento del problema racial, que lo distancia de la
realidad popular. Eso sin dudas es lo que más contribuye a las tensiones, en
una estructura ya sesgada políticamente a la subordinación racial; en la que van
a prevalecer los estamentos más primarios de todas las tendencias, en un
ambiente general de manipulaciones políticas.
La sublimación poética no es reflexiva sino y discursiva, de ahí su
instrumentalidad como elemento de manipulación emocional; por eso es un lujo
que pueden gastarse las élites económicas, como los grandes felinos de la
selva. Con Morúa nosotros podemos explorar acercamientos más efectivos, capaces
de comprender la realidad en su pragmatismo; y con ello encontrar el lugar que
tenemos bajo el sol del Caribe, como el punto de encuentro en que Occidente
abre su vientre a toda trascendencia.
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